Tambores de guerra anunciaban pandemia y confinamiento. Para mí, fue una época oscura en lo profesional, pero llena de luz por la llegada de mis hijos.
Esas sombras y luces no me permitían disfrutar de mi moto salvo para hacer recados, y en lo económico, la sombra era tan alargada que lo más sensato era "aligerar posiciones". Así que tuve que vender a La Elefanta. ¡Dios, cómo me gustaba esa moto!
Pero dicen que cuando se cierra una puerta, se abre una ventana. Con el tiempo, esas sombras comenzaron a disiparse y las luces, aunque menos intensas (los pequeños ya no necesitaban tanta atención), me permitieron considerar la posibilidad de volver a tener una moto. Pensé que podría ser una buena idea ocupar un espacio en el garaje con una moto que me sirviera para ir a trabajar y, ¿por qué no?, para reintroducirme en las sensaciones de ir sobre dos ruedas.
Al principio, pensé en una BMW R1150RT con doble encendido, una moto que siempre me ha encantado. Sin embargo, para desplazarme desde el Aljarafe al centro de Sevilla no parecía la mejor opción. El tráfico es tan denso que las retenciones de varios kilómetros son frecuentes, y para poder avanzar entre los coches, esa moto no parecía la más adecuada. Aunque debo admitir que no puedo quitarme de la cabeza esa moto ni la que verdaderamente me gusta y que, quién sabe, podría ser mi próxima adquisición: la BMW R1200RT.
Tras buscar, hablar con amigos y seguir buscando, pensé que una opción temporal podría ser una maxi scooter. Recordé que en su día tuve una Piaggio X8 200cc, pero para los aproximadamente 25 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, entre tráfico y mucha autovía, sabía que se me quedaría algo corta. Necesitaba algo de 250cc para arriba.
La Suzuki Burgman 650 Executive me atraía: clásica, cómoda, bonita y elegante. También me gustaba la Piaggio X10, con un diseño que, para mi gusto, tiene mucha personalidad. La Yamaha T-Max me encantaba, aunque su alto precio, incluso de segunda mano, me hacía pensar que había una razón para ello. Estuve a punto de decidirme por la BMW C650 GT, pero cuando descubrí que el motor no era de BMW y que además era la más cara de todas, decidí seguir buscando.
Finalmente, llegué hasta la Honda Silver Wing, como la que tenía mi cuñado Alfonso, sobre la cual escribí un pequeño artículo allá por el 2014. Mi amigo Roberto consultó con un ex jefe de taller de Honda, quien le aseguró que el motor de la Silver Wing no daba ningún problema. Así que me lancé a por ella. Sin embargo, al seguir buscando, descubrí que a partir del año 2011, la denominación Honda Silver Wing 600 pasó a ser Honda SW-T 600, no solo renovada estéticamente sino con importantes mejoras en su ya excelente motorización.
En ese momento, era el megascooter de mayor cilindrada de Honda, con un motor bicilíndrico que ofrece mucha suavidad en la aceleración y un tacto casi eléctrico. Tiene un excepcional volumen de carga bajo el asiento, con espacio para dos cascos integrales. Es realmente cómoda y digna de un scooter Gran Turismo. Los materiales y acabados son de una calidad excelente, y por si fuera poco, viene de serie con sistema de frenos combinados y ABS. Por cierto: 4,5 l/100 km.
Su centro de gravedad es muy bajo, lo cual es ideal para alguien como yo, que apenas mide un metro setenta.
En resumen, no puedo estar más satisfecho y contento de tenerla conmigo y usarla a diario de lunes a viernes. Eso sí, para los fines de semana, prefiero mi BMW R65 Monolever... las cosas como son.
Os presento al ABEJORRO:
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